ELIO VITTORINI

LOS ALCORNOQUES.
Una vena de agua en las losas, tan honda como para sumergir el pie. Pero es clara, también ella del color granito. Poco a poco se estrecha entre sus bordes y crea una hirsuta vegetación, que la recubre.
Siguiéndola se encuentran árboles, algún aliso, algún olivo. Árboles con las copas de ceniza, de un verde apagado. Después alcornoques. Se parecen al olivo, con el follaje un poco más cano, más enmarañado. pero con troncos que sangran. Desde el pie hasta el nacimiento de las primeras ramas, exactamente, les han arrancado la corteza. Ha quedado el tronco vivo. En unos de un rojo leonado, en otros como cuero curtido. Otros, por efecto del sol, han adquirido un tono violáceo. Los más viejos, que fueron descortezados el año pasado, están recubiertos de un musgo azul. Pero no hay ni uno intacto. También algunos arbolillos, de cuerpo delgado, muestran un pie sanguinolento. ¡Es extraño cómo ese corte les hace parecer vivos! Uno piensa espontánamente: pobres bestias...
Árbol tras árbol se llega hasta donde hay muchos. Resuenan hachazos. Tac. Tac. Un bosque, pero no espeso; y bien batido por el sol. Se oye gente que habla. Es la época del descorche. Y aquí están los hombres circuncisores.
Son tres. Van dando vueltas y palpan los troncos de los árboles que, intactos, se parecen realmente al olivo. Encuentran uno que les agrada: recto, de acerbo follaje, y en el cuello y en el tobillo le arrean dos hachazos. Después con un hierro completan en redondo las dos incisiones y de arriba abajo asestan un corte. El más viejo de los tres mete las manos en la herida, abriéndola. Brota una agua rosada que, formando un reguero, fluye sobre la tierra hasta encontrar la roca; y allí se estanca. Estas charcas de sangre delicada, que levemente se evapora, quedan esparcidas por el suelo del bosque. Y el árbol, arriba, donde todavía es árbol, se alisa las hojas con la obsesión de un pájaro herido que no grita su dolor por un terror íntimo. Abiertos bajo el sol también ellos son rosados, pero de un rosado algo obsceno. Ya no tienen nada de terrestre, y menos aún de vegetal.
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Sergi