TROBALLES
Les troballes
que fem sense voler, tot buscant algunes coses que no trobes però que et porten
a altres coses que no esperaves, són úniques. Aquesta que us deixo no us puc
desvetllar com l’he aconseguit però us asseguro que, per motius que ara no
venen el cas i que només puc explicar a dues persones al seu moment, no té
preu. Coincidències de la vida, del temps i el pas dels anys. Us deixo amb la troballa, un text que no coneixia i que a partir d'ara és molt important.
«No negamos nada; no afirmamos nada;
esperemos». Esperar, siempre esperar. ¿Qué? No importa: la paciencia en sí
misma es un arte.
Espera el anciano, pacientemente, su hora,
sentado en tranquila contemplación ante la tumba del ser querido que le ha
precedido en el camino que todos deberemos emprender. 'Espera al sol —quizá lo
único cálido que gratuitamente recibe— y de espaldas a una realidad que le es
hostil, adversa o indiferente.
Espera también ella, la viejecita pensativa
y algo triste, ensimismada en sus recuerdos, lamentando quizás ocasiones
perdidas, oportunidades que no tuvo, tiempos que fueron y no son ya, y con los
que no se identifica.
Tiene que esperar también —y le parece
interminable el tiempo— la muchacha enfurruñada. Su juventud, no entiende el
lenguaje de la espera.
Y sin embargo, todo pasará deprisa, tan
deprisa que no sabrá si ha vivido o ha soñado. Es inapreciable el tiempo. Y
esta filosofía elemental parece aceptarla, en su irracionalidad, «el fie!
amigo» que espera, siempre espera, la llegada de su amo, la caricia conocida, la
voz amable, el plato lleno. Toda la vida se nos llena de esperas.
Dulces unas, tristes las más. Cotidianas
esperas —el autobús, la compra—, o quiméricas quizás —la lotería, la quiniela—
¿por qué no? Al cabo, dicen, la esperanza —en la raíz de la espera— es lo único
que nos queda.
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