UNICORNIS I ILLES
Aquest vespre, abans d’anar a dormir, he
pensat en la dolçor d’Ana Maria Matute quan parlava o llegia. També m’ha vingut
al cap la seva gran imaginació per a crear personatges i espais, la seva imatge
sempre infantil i el rostre regalant tendresa. A Paraíso inhabitado, Matute
diu:
Nací cuando mis padres ya
no se querían. Uno de mis recuerdos más lejanos se remonta a la noche en que vi
correr al Unicornio que vivía enmarcado en la reproducción de un famoso tapiz.
Con asombrosa nitidez, le vi echar a correr y desaparecer por un ángulo del
marco, para reaparecer enseguida y retomar su lugar; hermoso, blanquísimo y
enigmático.
Nunca supe por qué razón el Unicornio había intentado escapar del cuadro y durante mucho tiempo me intrigó, y aun me atemorizó un poco. Por aquellos días yo no debía de tener más de cinco años -quizá sólo cuatro-, pero ese recuerdo tiene un lugar relevante entre los primeros de mi vida. A veces, los recuerdos se parecen a algunos objetos, aparentemente inútiles, por los que se siente un confuso apego. Sin saber muy bien por qué razón, no nos decidimos a tirarlos y acaban amontonándose al fondo de ese cajón que evitamos abrir, como si allí fuéramos a encontrar alguna cosa que no se desea, o incluso se teme vagamente.
Nunca supe por qué razón el Unicornio había intentado escapar del cuadro y durante mucho tiempo me intrigó, y aun me atemorizó un poco. Por aquellos días yo no debía de tener más de cinco años -quizá sólo cuatro-, pero ese recuerdo tiene un lugar relevante entre los primeros de mi vida. A veces, los recuerdos se parecen a algunos objetos, aparentemente inútiles, por los que se siente un confuso apego. Sin saber muy bien por qué razón, no nos decidimos a tirarlos y acaban amontonándose al fondo de ese cajón que evitamos abrir, como si allí fuéramos a encontrar alguna cosa que no se desea, o incluso se teme vagamente.
I ha estat llegint-la a ella, a la gran Ana Maria
Matute, quan he fet la composició mental del
paisatge mínim que tots hauríem de tenir al cap. O, més ben dit, del paisatge
de mínims perquè en ell ens hi haurien de cabre diverses coses: els éssers
estimats, els records de l’etapa més brillant que tinguéssim i els somnis que
encara no hem fet reals. Amb aquestes tres coses, tres senzilles coses que
molts no tenen o han perdut, podríem abandonar la terra i marxar a aquella illa
solitària d’on venim quan naixem i on tornem quan toca deixar de ser allò que
som ara.
El magnífic Italo Svevo ja ho deia, encertadament, fa quasi un
segle: A diferencia de
las demás enfermedades, la vida siempre es mortal.
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