21 MOMENTS (3): EL LLENGUATGE DE LA PARPELLA




Tretze anys després d’haver llegit aquest llibre, cap dels molts altres que he gaudit no ha superat a aquesta història real i dura que s’amaga a “L’escafandre i la papallona” del francès Jean Dominique Bauby. 

El llibre, fet a cop de parpella perquè va ser l’única part del cos que podia moure l’autor després de l’infart cerebral patit l’any 1995, transmet l’esperit de superació humana i repassa les actituds de les persones en molts sentits quan es troben davant un malalt. Bauby, redactor en cap de la revista Elle a França, va tenir el temps justet de veure publicada aquesta meravellosa obra. 

Us he repicat un petit fragment. Espero que us agradi. Si podeu, llegiu-lo. No us quedareu igual després d’haver-lo gaudit. 

FRAGMENT

En la placa de identificación prendida con un imperdible a la bata blanca de Sandrine se lee «ortofonista», pero debería poner «ángel de la guarda». Ella fue quien estableció el código de comunicación sin el cual me hallaría aislado del mundo. Por desgracia, si bien casi todos mis amigos han adoptado el sistema tras un período de aprendizaje, aquí, en el hospital, sólo lo practican Sandrine y una psicóloga. Así, la mayor parte del tiempo sólo dispongo de un arsenal de mímicas, guiños e inclinaciones de cabeza para pedir que cierren la puerta, arreglen la cisterna del váter, bajen el volumen del televisor o me acomoden la almohada. 

No siempre consigo hacerme entender. A lo largo de las semanas, esta soledad forzosa me ha permitido adquirir cierto estoicismo y comprender que la humanidad hospitalaria se divide en dos partes. Está la mayoría, que no franqueará el umbral sin tratar de pescar mis SOS, y los demás, menos escrupulosos, que se eclipsan fingiendo no haber visto mis señales de socorro. Como ese amable bruto que apagó el partido de fútbol Burdeos-Munich en el intermedio al tiempo que me gratificaba con un «Buenas noches» inapelable. 

Más allá de los aspectos prácticos, esa incomunicabilidad agobia un poco. Huelga decir lo reconfortante que me resulta cuando, dos veces al día, Sandrine llama a la puerta, asoma una carita de ardilla pillada en falta y ahuyenta de golpe todos los malos espíritus. La escafandra invisible que me ciñe permanentemente parece menos opresiva.


Si voleu conèixer més coses sobre Jean Dominique Bauby, mireu AQUÍ

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