MARWA, EL PREU DE LA LLIBERTAT
La Marwa és una
jove adolescent musulmana que va obrir el seu blog per explicar les seves
experiències molt personals. L’espai es diu “Between a veil and a dark place”
(entre el vel i la paret). Per accedir-hi fa falta tenir la clau d’accés i
permís d’ella, de l’autora. Si tothom pogués llegir-lo, podrien amenaçar-la de
mort amb més rapidesa i freqüència del que ho fan.
Ella, la Marwa, és
valenta. Ja és prou vergonyós que hagi de ser-ho pel simple fet de voler ser
lliure. Però ho és. Si teniu ganes de llegir, us convido a gaudir d’aquest
escrit on explica com es va sentir el dia que va notar al seu cos i a la seva
pell el sentiment de “llibertat”.
ENTRE
EL VELO Y LA PARED
Lo que se siente siendo una mujer musulmana, y por qué
nosotras sabemos lo que es la libertad (y puede que tú no)
Tengo llaves.
Cuando me acababa de mudar a los Estados Unidos hace
once años, me llevó varias semanas procesar este bit de información.
Tengo llaves.
Tengo llaves a mi propia puerta delantera y puedo
abrir esta puerta de entrada y bajar la calle cuando yo quiera.
Puedo bajar la calle andando sin ser espiada tras las
ventanas y sin que nadie llame a mis padres para decirles que vago suelta
por la calle.
Puedo bajar andando la calle, sentarme en un banco
bajo un árbol, y comer un cono de helado. A continuación puedo levantarme y
caminar de vuelta a casa.
No habrá nadie esperándome en mi casa para preguntarme
dónde he estado, negarse a dejarme entrar, llamarme mentirosa, y usar mi
paseo como incentivo renovado para revolver todas mis posesiones para encontrar
pruebas de que estoy haciendo algo malo.
Porque el simple deseo de dar un paseo sin duda
esconde algo desviado.
Porque no hay una buena razón por la que una mujer
debería querer bajar andando la calle simplemente para andar, y exponerse
a los ojos cuestionadores y depredadores de vecinos y hombres extraños.
Tengo llaves de mi puerta delantera, ahora, y puedo
abrir mi puerta de entrada y bajar la calle andando cuando quiera.
En las primeras semanas viviendo en los Estados
Unidos, tenía mucho miedo y temblor por esta libertad. Me quedé los dos
primeros días sola en mi nueva casa, y cuando por fin me aventuré a salir
fuera, comprobé que mi tarjeta de identificación, mis llaves y mi cartera
estaban en mi bolso mil veces. Llevaba puesto vestidos largos y holgados, y
llevaba el pelo recogido con un pañuelo, incluso aunque soy una atea que no da
ningún valor particular al pudor, incluso aunque no había salido para
encontrarme con nadie y no conocía a hombre alguno en la ciudad, incluso
después de intentar convencerme a mi misma que en este país, no importaría si
ese fuera el caso. Miraba a todos lados y detrás de mis hombros, por si mi
padre estaba de alguna forma mirándome, acechándome.
Me llevó dos meses dejar de esperar ver a mi padre en
el lugar al que fuera o del que venía.
Pronto cogí la onda de mi nueva vida; mi nuevo programa
de estudios en mi grado, mis clases, lecturas y eventos. De hecho fui a bares y
dejé de sentirme culpable por ello. Conocí gente. Hice amistades, algunas de
ellas masculinas, pero ninguna que tuviera que esconder o me hiciera mentir.
Tuve relaciones sexuales y románticas.
Y durante todo ese tiempo, e incluso ahora, a veces
siento como si fuera otra persona viviendo un sueño distante. Una mujer
fantasmal. Una mujer que está fingiendo hacer cosas y ser cosas que nunca
fueron suyas.
Incluso ahora, a veces no puedo creer que no esté
sufriendo alucinaciones en un cuarto oscuro en Beirut.
Incluso ahora, me despierto de sueños en el Líbano y
pienso: “Tengo mi propia casa. Mi puerta de entrada. MI llave. Y puedo abrir la
puerta y salir a la calle? Cuando yo quiera? Y tengo MIS documentos y MIS
cosas y MIS ingresos? Y puedo simplemente ir a algún sitio. Cuando quiera?
Puedo hacerlo?”
Debe ser una broma de mal gusto.
Y puedo estar en la biblioteca por tarde que se me
haga sin entrar en pánico y temer por mi seguridad una vez llegue a casa? Sin
saber que los vecinos me llamarán puta? Puedo invitar gente a mi casa a la
caída del sol y algunos de ellos pueden ser hombres y podemos organizar juegos
y comer y beber y hablar juntos y nadie me herirá por ello?
Sí.
Y puedo dejarme algo en algún sitio, volveré y lo
encontraré donde lo dejé, a menos que los mueva yo misma.
Y si está en otro sitio, es probable que los quitara y
lo haya olvidado, y no empezaré a sentir pánico, preguntándome dónde y por qué
y cómo fue movido. No me preguntaré: Si alguien lo movió lo vió, vieron la otra
cosa e hicieron algo con ella y qué saben y qué no saben?
Incluso aunque estoy escondiendo cosas simples. Un
tubo de máscara facial. Algo de ropa interior de encaje sólo para ver qué se
siente llevando eso. Un poema que me encanta de verdad del diablo en persona.
Algo escrito por un autor judío. Una novela que un chico de mi clase me
regaló. Una caja de tampones.
Puedo escribir cosas sin esconderme, usar códigos,
enterrarlas, y ocultarlas. Puedo tomar notas para mí misma en una libreta que
sólo están disponibles para mis ojos sin temer que alguien las lea y exija que
revele su significado. Puedo tener una contraseña para mi ordenador , mi correo
y mi cuenta de Facebook que mis padres no conocen. Puedo guardar mis contactos
con su nombre real y no con una serie de seudónimos femeninos.
Puedo guardar mis textos cuando los recibo y no
borrarlos al instante. Puedo llevar mi móvil en modo silencio y si vibra en mi
bolsillo puedo sacarlo y responder la llamada o apagarlo sin tener un ataque de
pánico y sin tener que encontrar una excusa razonable para salir de la
habitación sin parecer nerviosa.
Puedo hablar por teléfono sin que haya nadie
escuchando al otro lado.
Puedo ignorer una llamada de mi padre cuando estoy en
clase o enseñando.
Puedo olvidar mi teléfono en otra habitación y que no
se me pregunte dónde estoy y con quién, y qué estoy haciendo porque
no contesté una llamada suya.
Si estoy más de cinco minutos en el baño, nadie
golpeará la puerta exigiendo saber qué estoy haciendo ahí.
Puedo afeitar mis piernas sin ser interrogada sobre
por qué haría tal cosa cuando nadie las ve nunca.
Puedo peinarme y mirarme en el espejo y probarme ropa
e intentar sentir que puedo manipular y mover y disfrutar mi cuerpo, intentar
sentirme guapa, sin ser interrogada y preguntada quién es él y por cuánto
tiempo he estado viéndole y qué estoy haciendo con él y si soy una prostituta o
estoy embarazada.
Puedo perder peso sin querer o decir que no tengo
ganas de cenar sin que nadie exija saber por qué y para quién estoy intentando
perder peso…
Puedo ducharme sin nadie preguntándome por qué.
Puedo sonreír porque tuve un buen día en el trabajo
sin ser forzada a explicar por qué estoy tan contenta.
Puedo llorar por mi vida vacía y robótica sin ser
forzada a explicar por qué soy infeliz.
Puedo tener expresiones faciales. Expresiones
faciales.
Puedo tener expresiones faciales.
Puedo tener expresiones faciales.
Ha sido tan costoso entrenarme a mí misma a expresar
mis emociones y opiniones.
Puedo sentarme como quiera en el interior de mi propia
casa sin que se me diga que la posición de mis piernas es poco recatada.
Puedo acostarme tarde haciendo trabajo y leyendo
filosofía o simplemente navegar en internet sin ser forzada a ir a la cama.
Y puedo leer y usar internet sin supervisión y
censura.
Puedo ver una película sin darla para ser examinada
previamente.
Puedo dormir cuando quiera, despertar cuando quiera,
comer cuando quiera o no.
No tengo que fingir hacer ayuno y rezar.
Puedo priorizar mi trabajo por encima de servir a
otras personas. Nunca más le quitaré los calcetines a nadie ni traerles
la comida y bebida que me pidan.
Puedo levantarme en mitad de la noche y usar el baño o
tomar un vaso de agua sin ir de puntillas aterrorizada.
Puedo cerrar con llave la puerta de mi cuarto. Puedo
cerrar la puerta de mi propia habitación.
Decir que quiero estar sola, que necesito espacio, que
no quiero revelar información personal, que elijo no
responder esa pregunta, que no es asunto tuyo, que este es mi cuerpo y puedo
posicionarlo sobre el mobiliario como me guste, que no tengo que explicarte a
ti por qué estoy sonriendo, que este es mi tiempo, que este es mi trabajo, esta
es mi mente y puedo usarla para leer y escribir lo que desee…
Puedo decir estas cosas ahora.
Antes nunca pude.
Nunca pudimos, antes. Tantas de nosotras no pueden,
todavía.
Esta manera de vivir-teniendo que regular y esconder
nuestras personalidades, nuestra humanidad-el tono de nuestras voces, su
volumen y timbre, la manera en que nos sentamos o permanecemos de pie o
caminamos o hablamos, si podemos salir de nuestras casas y cuándo, cómo y
cuándo hablamos a la gente, qué leemos y qué no, qué podemos pensar o expresar
o no-esta manera de vivir es la realidad y situación “por defecto” de tantas de
nosotras.
Somos suprimidas más allá de la imaginación.
Advierte que lo anterior no llega ni a penetrar la
superficie de la horrenda violencia-abuso físicos, violación marital (o
simplemente violación), matrimonio infantil (esclavitud y violación),
violación, palizas, lapidación, mutilación genital- que ocurre a un número no
pequeño de mujeres que violan el código de vida antes expuesto.
Fingir que eso no es nada. Ignorar la violencia, por
ahora. Ponerlo fuera de la vista.
Y pensar, ahora, cómo incluso poniendo todo ese horror
aparte, y pretendiendo que no viene de la mano de una obsesión con el control
de nuestros cuerpos y nuestra conducta y honor y vergüenza, incluso poniéndolo
aparte, así es como hemos vivido.
Así es como mi vive mi hermana, mi madre, mis primas,
mis amigas.
Piensa en esto, e intentar comprender lo que la
libertad significa para las mujeres como nosotras. Lo que significa tener
elección. Lo que significa tener la posibilidad real de elegir y no tan sólo
una serie de opciones huecas. Porque nosotras también podemos caminar hasta una
heladería y elegir qué sabor queremos igual que podríamos en América, y esto no
es libertad.
La incomprensión crónica de las formas institucionales
de opresión es ciega a esta distinción. El argumento omnipresente y falaz de
que las mujeres de familias musulmanas y/o que viven en países de mayoría
musulmana con leyes en los libros permitiéndoles hacer todo lo que he citado
como prohibido, que las permite tener técnicamente tantas opciones como los
hombres, o las mujeres en occidente, afirmando que nadie las fuerza a hacer
nada en absoluto-esto es equivalente a decir que los chavales afroamericanos
que crecen en los barrios pobres del centro de las ciudades tienen las mismas
oportunidades que varones blancos heterosexuales.
Sí, muchas de nosotras podemos ir a la escuela,
podemos trabajar, podemos ganar y gastar nuestro propio dinero. Pero lo que
estudiamos o en lo que trabajamos, y cómo y por qué y cuándo y dónde y con
quién y vistiendo qué-todo esto está controlado. Si intentamos hacer otra cosa,
hay mecanismos institucionales establecidos -política sectaria, normas sociales
y costumbres ignoradas por la ley, personas en posiciones de influencia en
nuestros lugares de trabajo y centros educativos y comisarías de policía y el
gobierno-que pueden destruirnos. Que es cierto que esta es una condición común
y crónica allá donde los musulmanes viven y se socializan- que también ocurre
en otras sociedades del tercer mundo y países donde no viven musulmanes ni se
socializan no resta realidad a lo que ocurre en los lugares donde el
pensamiento y costumbres musulmanas constituyen y contribuyen a la sociedad y
la política.
Tenemos libertades que no son libertades, y podemos
seguir yendo a la escuela y al trabajo y ser robots vacíos en todo el proceso.
Y si nos rindiéramos y nos quedáramos en casa, estaríamos renunciando a nuestra
educación y nuestras carreras, es cierto, tan limitadas como son, pero también
estaríamos renunciando a la desesperanza crónica y el auto-sabotaje y la confusión
vacía de luchar, luchar, luchar para sentirse realizadas cuando somos en la
práctica maniquíes.
Es como si tres cuartas partes de nuestros miembros y
músculos estuviesen controlados por cuerdas, y la cuarta parte sobre la que
tenemos algún control propio para movernos intentara compensar el resto y
convencernos a nosotras mismas que somos personas reales.
Rendirse es tan, tan tentador.
Pero algunas veces, algunas veces, escapamos.
Y después de escapar o después de que las cosas
cambien para nosotras?
Algunos días incluso daremos estas cosas por sentado,
y si nos damos cuenta de que lo hemos hecho, sentiremos una especie de
remordimiento confuso hacia nosotras mismas por ser tales niñas consentidas del
primer mundo y entonces culpables por sentir que tener derechos humanos
significa que estamos malcriadas porque los derechos deberían ser exactamente
eso-dados por sentado.
Algunos días, sin embargo, seremos muy conscientes de
nuestros derechos. La generalización casi ridícula de la capacidad de elegir
alrededor nuestro nos paralizará y confundirá, y nos sentiremos vacías,
incompletas.
Yo he tenido un ataque de pánico eligiendo la
guarnición de una pizza cuando mi pareja no aceptaba “lo que tú quieras” como
respuesta por la enésima vez consecutiva.
He llegado a estar tan acostumbrada a elegir las cosas
según una rápida evaluación de lo que otras personas quieren, prefieren o
necesitan, para que estén felices y contentos y por tanto mi vida junto a ellos
sea más fácil, para que no me hieran o destruyan-tan acostumbrada a elegir lo
que hace feliz a otros-me he acostumbrado tanto a eso que me deprimo
profundamente intentando hacer algo significativo para mí misma.
No sé cómo llegar a estar comprometida totalmente en
mi trabajo o arte, porque mi vida no fue nunca nada más que una cámara vacía de
nada apática en el mejor caso, y tortura horrible en el peor.
Y tengo miedo de ser capaz de ser libre. Tengo miedo
de transcender mi abilidad para dejar mi trauma e infelicidad consumirme. Tengo
miedo de tener éxito en recomponer esa parte rota de mí que no sabe cómo elegir
o importarle cosas o ser, cómo dejar de fingir emociones de manera
compulsiva y desconectar-tengo miedo de llegar a ser libre porque tengo
miedo de no seguir enfadada, no seguir siendo consciente de esta injusticia
increíble, ser ciega a lo que significa no ser libre.
Tengo miedo de ser feliz porque podría significar que
acepto y soy ciega hacia mis antiguas cadenas.
Tengo miedo de olvidar lo que significa ser libre.
Tengo miedo de que una vez tenga libertad, no
comprenderé ya más el valor de la libertad y por qué es importante.
Éste es mi recordatorio.
Marwa
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