SIN TU ESPACIO
Abres la puerta y noto que vuelves a mí, inevitablemente.
El ruido del pasador ya no rompe mi reposo: me tranquiliza,
me conforta, aparta la desgarrada pesadilla que tu ausencia me impone.
Cuando te oigo venir, arranco la mirada de este triste yeso
gris en el que araño mis desgracias. Es entonces cuando abres la pequeña puerta
y me alargas la desgastada bandeja de plástico: ese trozo de jardín chino que
dibujo con delicadeza en el techo cada madrugada y que, de tarde en tarde, me
acerca a ti.
Acabo de tenerte en mi último sueño.
Estabas aquí, tumbada, mientras tenues luces penetraban por
un inexistente tragaluz. Yacías acurrucada a mi lado y, por primera vez, era yo
quien te observaba.
Estabas unida a mí, respirando dulcemente; tu pelo derramado
sobre la almohada en finísimas cascadas doradas que se prolongaban en el cauce
desbocado de la sabana.
Alargué mi mano para acariciar la calidez adivinada en las
pálidas ondulaciones de tus mejillas. Aturdido por tu proximidad, puse mi cara
sobre tu mano e inventé mil posibilidades para gozar de ti sin que despertaras.
Como siempre, el ruido del pasador me desvela. Te veo
entrar, apenas haciendo ruido, para dejar mi comida
y volverte sin mirar.
Mi tiempo se consume en ti, ¿acaso no lo ves? Dejo mis
pensamientos flotar en la oscuridad para formar tu imagen en esa pared de allá,
a mi alcance.
Quizá crees que mi soledad tiene pensamientos dirigidos a
otros: a mis padres, a mis compañeros, a mis amigos. O quizá supones mi mente
llena de imágenes cotidianas: mis tardes de lectura, mis paseos con el perro, mi
sillón de lectura frente a la chimenea ¿por qué no?,…
¡Y nunca creerías que sea en ti en quien pienso!
………
No he oído el pasador. Quizá esta vez no quieras
despertarme.
Percibo la leve corriente de aire y supongo tu falda
arremolinándose en torno a tus piernas… e imagino unos suaves dedos posándose
en mi pecho…
No es el pasador el que chasquea. Sé que estás amartillando
el arma, y por fin comprendo que otros no han pagado y que yo lo haré por ellos.
Intentas adivinar cuál será mi último pensamiento: mi hermano, mis amigos, quizá
mi perro…
Y, sin embargo, es en ti en quien pienso.
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